«Un enemigo mortal ha sido derribado y espera nuestro juicio y merced. Pero otro enemigo ocupa aún grandes partes del imperio británico, un enemigo manchado de terrible crueldad: los japoneses. (Grandes aclamaciones) Queridos amigos—prosiguió—, ésta es vuestra victoria. Es la victoria de la gran nación británica como conjunto. Fuimos los primeros en esta antigua isla en prestar juramento contra la tiranía. Después, cuando solos frente a la más tremenda potencia militar que se vio jamás:, ¿quiso alguien ceder?» La multitud gritó: «¡No!» «Asi—continuó diciendo—, volvimos después de largos meses de las fauces de la muerte y de la boca del infierno, entre el asombro de todo el mundo. Yo digo que durante muchos años en el porvenir, no sólo el pueblo de esta isla, sino de todo el mundo, donde el pájaro de la libertad cante en los corazones, contemplarán lo que hemos hecho y dirán: No hay que desesperar ni someterse a la violencia y la tiranía. Hay que marchar adelante y morir, si es preciso, pero sin ser jamás conquistado.
Dediquemos al regocijo la noche de hoy y el día de mañana. Mañana celebrará también la victoria nuestra gran aliada Rusia: Y luego hemos de iniciar la tarea de reconstruir nuestros hogares y no habremos de perdonar sacrificio alguno para conseguir que éste sea el país en el que a todos se brinde la oportunidad de prosperar y en el que todo el mundo tenga deberes que cumplir. Hemos de cumplir el deber para con el país y también ante nuestros valientes aliados los Estados Unidos, tan traidoramente atacados por el Japón. Iremos junto a ellos y no desfalleceremos por dura que sea la lucha».