El populismo, en aquellos lugares donde se instaura, como por ejemplo Venezuela, es bien conocido que sus líderes entre otras cosas, desmantelan instituciones y sobre todo cercenan las libertades individuales y de comercio de sus pueblos.
Los populistas, al llegar al poder, consideran que se les ha dado el poder de hacer lo que consideren necesario, incumpliendo las leyes y la Constitución vigente con la supuesta voluntad popular.
En la práctica, el mismo líder populista es quién decide cuál es el deseo del pueblo, por lo tanto no es relevante el deseo de la población, ya que es el Estado o sea el líder populista, quién sabe mejor que desea el pueblo y cómo gastar el dinero de los contribuyentes con el fin de un supuesto beneficio de la sociedad.
Por supuesto, todo lo prometido por el líder populista nunca llega y , en general, solo termina notándose en la mejora del nivel de vida de los que ejercen el gobierno y su círculo más cercano.
De esta forma los derechos del pueblo son violentados y cada vez tienen menos posibilidades de dirigir el rumbo de sus vidas.
Los ciudadanos pasan a ser súbditos no solo de los políticos sino también de funcionarios que toman las decisiones y así la población se transforma en esclavos.
En este punto, la población pasa a ser víctima de un populismo paternalista donde se deja de considerar al pueblo personas maduras por parte del gobierno, este inmediatamente pasa a ser un gobierno autoritario y la ciudadanía es tratada como niños irresponsables.
Aurelio Cortés