Ferrari no perdona

1991: El ‘camión’ de Ferrari y el ‘casino’ donde no paraban de rodar las cabezas

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Fue uno de los despidos más famosos de la Fórmula 1 y, desde luego, de Ferrari. No se le enseña todo los días la puerta a un tricampeón del mundo como a Alain Prost en 1991.Fue también la historia de un gran fracaso para la ‘Scuderia’, en uno de los momentos más políticamente turbulentos de su historia.

Como en el presente, Ferrari sufría una de sus mayores crisis. Y ninguna ofensa en Maranello como el ninguneo de sus monoplazas (“Un Ferrari nunca es una mierda”). Aquel “coche de otros” de Fernando Alonso como regalo de cumpleaños le supuso el famoso ‘tirón de orejas’. Cuando Prost mentó a un ‘camión’ tras el Gran Premio de Japón de 1991…

Pero, ¿qué pasó realmente en toda aquella historia?

Un ambiente propio de corte florentina

Los grandes ciclos dominadores de un fabricante de motores -ojo al actual- hacen crujir en crisis a los rivales porque no son ventajas que se recorten en dos semanas. Honda aplastaba desde 1985-1989, Williams (86 y 87) y McLaren (88-89) ganaron todos los títulos. Ferrari no se comía una rosca. Pero Maranello metió la cuchara y se llevó a Prost aprovechando la guerra civil en McLaren entre Prost y Senna, buscando ese mirlo blanco que batiera al brasileño y enterrara el dominio de los japoneses. La ‘Scuderia’ contaba también con Nigel Mansell, todo un ‘dream team’ de la época.

En 1990, McLaren y Ferrari ganaron seis carreras cada uno. Por primera vez, el equipo británico encontró un rival a su altura. Pero ya se encargaría Senna de sacar el cuchillo y ajustar cuentas en la famosa maniobra de Japón. Habría que esperar al año siguiente. La derrota acentuó el estado de descomposición e intrigas que se vivía en Maranello, más propio de una corte florentina.

La cúpula de Fiat había metido la cuchara hasta el fondo del guiso de Ferrari desde la muerte su fundador, en 1988. Como también en el presente. La vida en el seno de la ‘Scuderia’ era tremenda. «Las diferencias con otros equipos es que cualquier cosa que ocurría en el nuestro se convertía en algo político, porque tenías que respondercuestiones que en otros no”, explicaba Cesare Fiorio, director deportivo hasta mitad de 1991, también ‘purgado’ luego como tantos y tantos: “Resuelven sus problemas entre ellos, para nosotros todo se convierte en un titular y todo se complica”. Los tiempos no han cambiado mucho. “Por la noche nunca duermes tranquilamente, siempre tienes que ver si te has olvidado de algo”, recordaba Fiorio para ilustrar la tremenda presión en Maranello.

 Equipo Ferrari

Prost, el rival a batir, desde dentro

Para colmo, el arma para la temporada 1991 -el 642 y su sucesor el 643- eran un par de ‘spaghettis’, en castellano ‘botijos’. “Les avisaba que ese coche no funcionaba, pero no me hacían caso”, lamentaba Alain Prost. El francés sólo lograba cinco podios aquel año, más incluso que en 2014. Las intrigas crecían como las setas con la lluvia de otoño. Para intentar arreglar el desaguisado, el francés intentó involucrarse a tope en el equipo y ganar influencia en su seno. “Incluso me habían propuesto que me convirtiera en director deportivo además de piloto”, contaba en la revista Autosport al recordar su despido.

Sin embargo, Piero Fusaro, el presidente de Ferrari, no debía estar por la labor. De hecho, buscó durante la temporada un sustituto para Prost y ofreció su volante para 1992 alamericano Michael Andretti a pesar de que los dos pilotos de Ferrari, Prost y Alesi, tenían contrato en vigor. Entre bastidores también se había gestado un posible fichaje de Ayrton Senna, de lo que Prost fue convenientemente informado por una de las facciones de Maranello para desestabilizar más todavía el cotarro.

El espíritu de los Borgia alcanzó su cénit en Maranello

En este entorno de intrigas y política interna, a Prost le pusieron en la frente la cruz de navajas. Su suerte ya estaba echada antes del Gran Premio de Japón de 1991, la penúltima carrera de la temporada. Allí quedó a casi dos segundos de la pole y a más de un minuto del ganador el domingo. Al terminar, el francés habló con la prensa sobre la carrera.

“Después de unas cuantas vueltas los amortiguadores se rompieron”, contaríainmediatamente después, “y la dirección se hizo ridículamente pesada”, para terminar después con aquella famosa frase: “Era como un camión horrible para conducir…”. Un ‘camión’, sí, pero debido una avería mecánica concreta aquel día.

El espíritu de los Borgia alcanzó su cénit en Maranello y los jefes hicieron de la frase un ‘casusbelli’. “Estamos muy contentos con su rendimiento”, explicaría Claudio Lombardi, el director deportivo de Ferrari al anunciar el despido poco después. “Es un gran piloto y probador”, para luego sacar la daga, “su comportamiento dentro y fuera del coche significaba que Ferrari tenía que terminar la relación”. Cuando se le pidieron ejemplos, Lombardi no quiso o pudo entrar en detalles de fondo: “Sabéis a lo que me refiero”. Hacía alusión a los comentarios del ‘camión’ que fueron utilizados como el ‘Maine’ americano en Cuba, pero a la italiana.

Como en la Revolución Francesa

Prost no acabó la temporada. Su sustituto, Ivan Capelli, no terminó la siguiente. El presidente que despidió a Prost, Fusario, fue ‘ejecutado’ pocos días después del francés. Fiorio y un grupo de ingenieros también habían salida meses antes. Caían cabezas como en la Revolución Francesa. Fue entonces cuando volvió Luca di Montezemolo para intentar arreglar el desaguisado. Ferrari no volvió a ganar un título hastael año 2000, con Schumacher.

Curiosamente, esta misma semana Montezemolo ha dicho adiós tras veintitrés años al frente del equipo italiano. Aunque en diferentes circunstancias, también se despide de Maranello “el mejor piloto que he conocido”, como calificaba ayer el expresidente a Alonso. Ahora que se cierra el círculo de aquel 1991, el pasado nos previene de los tiempos duros que pueden esperar a Ferrari… «Historia magistra vitae est».

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