Los líderes populistas, todos ellos sin excepción, toman una parte de la población como el enemigo interno que junto al enemigo externo lo denominan «antipueblo». En cada comunicación, mensaje o discurso inoculan odio en la sociedad con el fin de que el pueblo odie al «antipueblo» el cual lo personalizan en la oligarquía, el empresario, el rico, etcétera. Sin embargo, el pueblo representa todo aquello que es bueno: el pueblo es honrado, desinteresado y siempre escoge el mejor líder. Así, el populista inserta odio en la sociedad y consigue que el pueblo quede prendado de el y le perdone todas sus acciones puesto que, supuestamente, actúa siempre en nombre del pueblo y todo lo que vaya mal siempre será culpa del antipueblo. Todo esto se refuerza con propaganda y adoctrinamiento en los medios de comunicación, radio, televisión, redes sociales y sistema educativo. El populista persigue el control de los tres poderes: el legislativo, ejecutivo y judicial para controlar el sistema.
El programa populista se completa con la idea de satisfacer ciertas necesidades sociales y publicitarlo, con el objetivo de que el pueblo reconozca en su líder a quien es capaz de dar solución a esas necesidades sociales.
Así, suben el gasto público, el empleo público, las ayudas y subsidios, por lo que suben los impuestos, incrementan la deuda pública y suben la inflación, haciendo desaparecer el ahorro del pueblo. El aumento de los gastos del estado nunca es suficiente, con la consecuencia de un sistema cada vez más pobre.
El populismo lleva al sistema a que aumente el consumo y se desincentive la inversión, en definitiva descapitaliza el país.
El sistema productivo del pais es expoliado hasta la extenuación y el populista tiene que poner en marcha otros recursos como controles de precios en sectores estratégicos, en tarifas de importación y exportación, hasta que la economía colapsa cómo está ocurriendo por ejemplo en Venezuela.
Cuando todo conienza a ir mal el populista nunca es responsable de lo sucedido, ni de su gestión, y culpa al enemigo interno, por ejemplo al empresario y al externo, banco central europeo, FMI, falta de eurofondos.
En definitiva, la culpa la tiene el «antipueblo». Y es que el populista ama tanto al pobre que lo multiplica».
V. Rossi